Había sido un día caluroso del mes de Sextilis (Agosto) pero aún así, cuando comenzaba a caer la tarde mis hijos, mi esposo y yo nos ataviamos con nuestras mejores vestimentas y adornos y fuimos a la vecina ciudad de Casariche a esperar a la IV Legión Síngilis de Jauja que acudía a desfilar a nuestro Romanorum Festum. ¡Magnífico espectáculo de caballos, armas, soldados, vestales…!
Nos congregamos una multitud de plebeyos, patricios, legionarios mayores, legionarios pequeños y desde allí emprendimos el camino que sube entre olivares hacia el Cerro Bellido donde se levanta totalmente engalanada nuestra ciudad: Ventippo.
Por el camino se fundían los colores de las túnicas, el rojo de los escudos, las órdenes de los legionarios, las risas de los niños y así entre el murmullo y el sonido de muchas sandalias caminando a la vez, llegamos arriba a nuestra ciudad que lucía totalmente engalanada para su Festival: Ventippo
Una vez entramos por el pórtico, se oían las voces de los mercaderes vendiendo esencias, adornos, dulces, vino, mosaicos, canastos y muchísimas otras mercancías y poco a poco todo el mercado se llenó, en una explosión de encuentros, reencuentros, olores, colores…
Y al poco, en el Teatro de la Ciudad de Ventippo, el gobernador dio por inaugurado el II Romanorum Festum Ventippo y a partir de ese momento se sucedieron los espectáculos en la ciudad: exhibición de insignias de la Legión, recreación del mito del Juicio de Paris por los más pequeños y más tarde una representación clásica que se adelantó algunos siglos: El Caballero de Olmedo. Los artistas, la puesta en escena fue magnífica en un teatro completo y entregado.
Desde aquí, nos dirigimos al Oppidum donde una exposición habla de nuestra tierra y de nuestros tesoros.
Salimos a pasear por la ciudad hacia el mirador donde la vista se pierde en el horizonte y visitamos el campamento de la legión . Después del paseo llegó el momento de reponer fuerzas, por lo que nuestros pasos nos llevaron a la zona de las tabernas donde el vino, la cerveza y las suculentas viandas que allí se servían alegraban a todos, ciudadanos y visitantes y convertían este lugar en un punto de encuentro. Ah! y mientras, nos sobrevolaban los halcones con sus vuelos majestuosos.
Los niños entre tanto, disfrutaron muchísimo en un espacio infantil creado para la ocasión, la Ludoteca, donde expertos «jugadores» les enseñaban a divertirse con los juegos propios de nuestra cultura.
Y así se nos fue pasando la noche mientras una luna casi llena se desplazaba por el firmamento.
Era ya una hora avanzada cuando decidimos volver a nuestra «domus» (casa) y descansar para poder disfrutar del resto del Romanorum Festum Ventippo, que intuyo seguirá lleno de sorpresas y amigos. ¡Ave amigos!
Una ventipponense